miércoles, 4 de abril de 2012

Buc

Verónica ha dejado la calle desierta
tras su paso, un pequeño paño de lágrimas recogido
un cruce en el camino hacia el calvario
del primer luchador, o tal vez
de la primera gran historia de ciencia ficción…
A mi no me importa la verdad
que la conciencia humana precise de la creencia
del ansia intrínseca y extensa
de la vida tras los pasos de la rigidez corpórea…
Fe marmórea, necesaria al principio de todo
y no me equivoco ordenándolo
puesto que, de algún modo
es el primero hacia el segundo de los pasos
de encontrar a tus contemporáneos…
A los míos, los ordeno, por luz, por energía
por ansia viva de medrar en la vida
de luchar cada mañana que tiene el día
dejando a la noche la soledad y el recuerdo…

(Por mis textos leo algún pequeño apunte:
“Recuerda, Giltoniak, recuerda, lo que a la Buc le debo”)

Son trozos de mi cuadro, yo los pinto
ellos dibujan las líneas maestras, dispongo
una pincelada y un tono distinto
para cada cacho de corazón que me guardo
nunca se mezclan y me pregunto
a que es debido que aparezcan
no lo sé, aparecen, en el preciso y justo
momento, antes de que todo se tuerza.
Ellos son; (para este caso); ella
motivo y fuente de ilusión
irradian, interactúan, generan
mutualidad… confianza…
Y la fuerza en las proposiciones bellas…
Luchadores, o como prefiero llamarlos
“puertas terrenales de la superación”…
estrellas que arderán eternamente
bajo el manto imperceptible del tumulto…