Estábamos sentados, y en un lugar apartado estaban, observando con los ojos bien abiertos, el azar, la esperanza y los sueños. Jugando a esconderse, sólo asomándose para ver si en medio del parque nos mirábamos, si nos poníamos tensos y nerviosos, si nos recorrían rápidos ríos eléctricos desde los pies a las puntas de las manos.
Sentados cerca, yo quería abrazarte y tú sabías que no podías mirarme a los ojos, porque la verdad a veces es tan clara, tan fuerte, que podría obligarte a no querer marcharte y a que cuando llegaras a casa darte cuenta que has regalado tu sonrisa al aire, y que es posible que ya nunca te la devuelva. Tenías tantos miedos, que casi podía reconocerme en tu huida hacia el otro extremo de nosotros dos.
Allí, como la cruz de los caídos, me quede postrado, esperando a saber si realmente fuiste únicamente una obsesión y una idealidad soñada, anhelada de mis adentros.
No me interesaba ser tu amigo y sigo sin pretenderlo.
Pero, existe algo que me atrapa, que me atrae y me embelesa:
Será el sonido de cada palabra que pronuncias con tu boca
Tú forma discreta de bailar y mover las caderas
Ese vaivén en el que me sumerges con cada idea
Tu firme convicción de caminar, erguida, orgullosa
Mostrando la dureza que oculta tu infinita debilidad….
A veces eres tan mujer, que tengo que convencerme que soy tan hombre….
Pero pronto lo sabré, entenderé si tienes toda la culpa de haber construido este castillo para nosotros o si es un monumento al típico dios del humano encaprichado. Me he exigido y convencido para que si se diera mi total derrota, no quedar como un idiota y entregar nada más que reciprocidad, bueno eso, eso y una historia; como ésta; cada cierto tiempo que me acuerde de ti.
Solo cada uno dispone de la llave maestra del corazón que realmente le está asignado...Hay que saber encontrar al sereno adecuado que nos guíe y no nos equivoquemos de portal.
ResponderEliminar